(Traducción por Ximena Romo y Raimundo Gutiérrez)
Cuando tenía 17, mis
padres me contaron de las tres veces que casi muero en la Unidad de Cuidados
Intensivos. La primera vez dejé de respirar. Otra, mi presión sanguínea cayó
muy bajo. La tercera vez, perdí mucha sangre y nadie sabia por qué.
Tras mi
recuperación, los doctores comenzaron a llamarme "la niña milagro",
pues no podían creer que una semana después de yo haber estado en un coma, me
encontrara hablando, caminando y riendo nuevamente.
A los 17, me
otorgaron otra oportunidad para vivir. Cuando pienso en ella, me pregunto si la
aproveché al máximo. Cambié la dirección de mi vida. Pasé de planear ir a la
escuela de Derecho a planear una carrera en Servicios Humanos. Traté de
ofrecerme de voluntaria tanto como pudiera, y sonreír tan seguido como pudiera.
Pero el septiembre
pasado mi enfermedad volvió y entré en un estado epiléptico. Fue durante este
periodo que comencé a tener tantas convulsiones que no alcanzaba a recuperarme
de la última antes de que la siguiente comenzara. Los doctores decían que entre
una y otra sólo habían veinte segundos. Continué así por aproximadamente una
semana. Le dijeron a mi esposo que yo podría quedar incapacitada
permanentemente, pero gracias a Dios logramos vencer nuevamente, y se me fue
otorgada otra oportunidad para vivir.
Me criaron con la
idea de que rendirse significa perder, y tomando en cuenta mi actitud
competidora, estaba dispuesta a ganar, incluso contra mi propia enfermedad.
Cuando ésta me dice:
"Chelsey, olvídate de planear la próxima parte de tu vida: nunca llegarás,
pues yo aún sigo aquí." Y yo le respondo: "No, no me daré por
vencida. Tengo demasiadas esperanzas para mi futuro. No me esforcé durante toda
mi vida simplemente para quedarme sentada en casa pensando si acaso volveré a
tener otra recaída. Amo demasiado a las personas como para aceptar la idea de
que está bien estar sola. Amo demasiado a Dios para pensar que mi enfermedad
puede arruinar los planes que Él tiene para mí.".
"Ánimo" se
define como "la expresión de aprobación y aceptación". El ánimo
existe para ayudarnos a avanzar y alcanzar nuestras metas, y, tal como dice
esta cita: "Cuando sientas ganas de rendirte, recuerda por qué te has
mantenido firme todo este tiempo.".
Reflexionar en
aquellas razones que te han mantenido en la lucha te ayudan a luchar más fuerte
y a ser más feliz durante la contienda. Si te encuentras luchando con un
trabajo para mantener a tu familia, piensa en cómo haces esto por ellos y en
cuánto los amas. Cuando mi esposo y yo nos encontrábamos en una situación
económica complicada, él me dijo que seria capaz de ponerse un disfraz de
conejo y trabajar repartiendo volantes en las esquinas, sólo para proveer para
mí. Cuando estuve en el hospital el septiembre pasado, me confesó que no
soportaba estar lejos de mí, incluso cuando estaba en el trabajo. Pero que
mientras trabajaba, recordaba que al hacerlo estaba ganando dinero para poner
comida en la mesa, comprar mis medicamentos, y de esa forma ayudarme de la
mejor manera que conoce.
Recordando las
razones que le dan significado a tu vida es la mejor forma de darte ánimo.
Recuerda que el ánimo y la perseverancia van siempre de la mano… y la
perseverancia dice: "No te rindas antes del milagro.".
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